La Obra Maestra sobre la que llamamos la atención en este mes de Octubre es un óleo sobre lienzo que data del siglo XVII llamado "Florero", de Juan de Arellano.
El género dedicado a la representación de flores alcanzó todo su esplendor en la Europa de entonces, y de ello dan cuenta las numerosas obras que abordan este tipo de pintura, muy apreciada también en la corte española, en la que un buen número de aficionados las coleccionaban.
Fue el madrileño Juan de Arellano el que alcanzó mayor maestría y notoriedad entre todos los artistas que cultivaron esta especialidad, y a la que se dedicó casi en exclusiva a partir de 1645. Sus composiciones son bastante simples: en general, sólo aparece un ramo de flores, como en este caso, en un florero de cristal que destaca sobre un fondo neutro. Sus colores son puros, brillantes con una potente luz que proviene de la tradición italiana.
Debutó con trabajos modestos de pintura decorativa, y fue hacia 1650 cuando empezó a despuntar en Madrid, con un activo taller y comercio de cuadros que contó con la ayuda de diversos ayudantes, entre ellos presumiblemente sus hijos y su yerno, Bartolomé Pérez de la Dehesa, quien según Palomino le pintaba las figuras de las guirnaldas florales, tarea en la que también contó con la colaboración de Francisco Camilo. Esta actividad en equipo explica las desigualdades de calidad entre pinturas que ostentan su firma. Se supone que los precios fluctuaban según el formato y la calidad técnica y de pigmentos, pues se conocen bodegones de Arellano muy dispares: algunos tienen apenas un tulipán en un jarrón, y otros acumulan docenas de flores de morosa ejecución.
Este lienzo, debido al estado de conservación que presentaba, se recuperó en la medida de lo posible, por lo que no se puede observar en un absoluto esplendor. Algo a lo que nos tiene acostumbrado este afamado pintor, cuyas obras están representadas en los grandes museos, destacando los del Museo del Prado. Aún así es una obra digna de ser apreciada y valorada.
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